La pandemia de COVID-19 y las restricciones asociadas a ella, provocaron un aumento del 25% de situaciones de ansiedad y depresión en todo el mundo. Estos acontecimientos nos recuerdan lo importante que es abordar la salud a través de un estado de bienestar físico, mental y social, y no sólo por la ausencia de enfermedad.
Las personas mayores, consideradas de riesgo durante la pandemia, estaban especialmente aisladas, lo que les dificultaba mantener los vínculos sociales o los contactos físicos, lo que en algunos casos ha desencadenado en consecuencias dramáticas para la salud mental. Por un lado, las personas mayores que no tenían problemas particulares de salud mental, han sufrido las consecuencias de la crisis y han experimentado algunos problemas por primera vez: estrés, ansiedad, depresión, soledad… Tras los meses de encierro, algunas personas mayores encontraron nuevas dificultades para llevar a cabo ciertas acciones y hábitos que antes eran habituales. Este fenómeno se debe a la falta de actividad, que tuvo un fuerte impacto en su autoestima y su salud mental. Por otra parte, las personas mayores que ya estaban afectadas por problemas de salud mental experimentaron un aumento de sus síntomas. Las personas que vivían con demencia han sufrido significativamente los cambios repentinos en sus rutinas, las restricciones de algunos servicios y el alejamiento de sus seres queridos y familiares que representan puntos esenciales de estabilidad.
Por supuesto, era -y sigue siendo- crucial proteger a las personas más vulnerables del virus COVID-19, entre ellas las personas mayores. Pero estos dos últimos años han planteado muchas cuestiones en torno a la percepción de la salud mental en nuestra sociedad europea y los estereotipos que aún persisten en torno a ella: ¿Cómo podemos garantizar un envejecimiento saludable y digno para todas? ¿Cómo luchar contra la discriminación por edad y el estigma en torno a las personas adultas mayores? ¿Cómo podemos garantizar la libertad de elección de las personas mayores el mayor tiempo posible? ¿Cómo fomentar los vínculos intergeneracionales para luchar contra la soledad?
El 15% de las personas adultas de 60 años o más, sufren un trastorno mental y el 25% de los suicidios en el mundo se atribuyen a personas mayores de 60 años. Diversos factores pueden aumentar la vulnerabilidad a los problemas de salud mental, como el aislamiento social, la mala salud física, la depresión, las dificultades socioeconómicas o incluso el maltrato. Sin embargo, estos problemas de salud mental suelen pasar desapercibidos o ser estigmatizados, fenómeno que se ve agravado por el hecho de que las personas mayores tienen muchas menos probabilidades de recibir apoyo psicológico que los jóvenes.
En toda Europa se han creado ya muchas iniciativas para apoyar la salud mental de las personas mayores. En Serbia, la Cruz Roja ha creado pequeños grupos informales de personas mayores con intereses comunes para que puedan celebrar reuniones periódicas en las que se abordan diferentes ámbitos. Como las actividades de estos grupos de autoayuda no pudieron continuar durante el confinamiento, la Cruz Roja Serbia fomentó la transición de estos grupos a círculos telefónicos y basados en aplicaciones móviles, donde los miembros son simultáneamente beneficiarios y voluntarios. En España, “Cruz Roja Te Escucha” es un servicio telefónico de la Cruz Roja Española que ofrece apoyo psicosocial a las personas más frágiles, especialmente a las personas mayores. En Francia, la empresa social Arbitryum, apoyada por 21, el acelerador de la innovación social de la Cruz Roja francesa, ha creado una plataforma digital acoplada a un dispositivo de inteligencia artificial para recoger y analizar datos en las residencias de ancianos de una gran variedad de actores (gestores, empleados, cuidadores, etc.), con el objetivo de mejorar la calidad de vida de sus residentes.